¡Socorro, me quiero ir a casa!

Bangkok – Helsinki, 15 de junio de 2016

Camino de Barcelona pasando por Helsinki.

El ruido del motor del barco me adormece, una y otra vez debo abandonar el libro que se me cae de las manos para reclinarme sobre la mesa y echar un sueño. La última vez me despierto y me encuentro a Victoria soltándome un largo parlamento. Ha incubado mientras yo dormía unas cuantas ideas sobre lo ritos religiosos de estos países y ahora me lo cuenta con el entusiasmo de quien ha descubierto una mina para escribir en los días siguientes.

A mitad del trayecto ya no puedo con la novela de Orwell, que me parece especialmente mala. Recrearse durante páginas y páginas en la estupidez de una jovencita inglesa de cara de porcelana me parece un asunto en exceso bobo. Los estereotipos de los ingleses, los estereotipos  de los nativos una y otra vez comiéndose páginas y páginas... demasiado. Los escritos políticos de Orwell muy bien, esto no, se acabó.

Ahora es otro momento, circunstancias diferentes, en vez de volar hacia Birmania volamos hacia Helsinki, sí, Helsinki, qué mismo da, y además cambié a Orwell, un buen cambio, por Alan Poe y Natanael Hawthorn. Debemos de andar sobre el golfo de Bengala. De todo lo anterior hace varios dias, creo que navegábamos por aguas del Mekong entonces. Alguna turbulencia hace zozobrar este avión pero apenas se nota después del tercer vaso de vino ofrecido por el servicio de vuelo; ofrecido, por cierto, con una sonrisa de connivencia, o eso me pareció, porque diez horas de vuelo por delante no sería mala idea pasarlas bajo los auspicios de Baco, fecundo en largos y vaporosos sueños.
Saltar de un lado a otro del planeta parece que sea lo último que se nos está ocurriendo últimamente, algo que también vamos descubriendo, no es una muy brillante idea. Delante de mí tengo un monitor que testifica que la tierra es redonda, en él se puede observar el compartimento por donde desapareció hace rato el tren de aterrizaje del avión, y bajo él un mar de nubes con la ligera curvatura en arco del planeta Tierra. Habrá a quien le diviertan los viajes en avión, pero a un servidor, y eso sin contar los checkins y el rollo de los scanners y lo controles de los pasaportes,  le parece una de las cosas más coñazo que puedan darse. Diez, doce horas, con el culo pegado al asiento en medio de la nada de las nubes, a menos que por abajo asome el Himalaya o un espléndido paisaje de cumulonimbos más bien poco corrientes, es un cpeñazo que sólo puede alegrar la cara de melocotón de alguna azafata. En fin, que los amantes de lo viajes que ven en estos vuelos intercontinentales un idilio que se vayan haciendo a la idea de que más les valdría que los durmieron con un potente somnífero nada más subir a un trasto de estos para despertarlos cuando toquen tierra en el aeropuerto de destino.

Bueno, y a todo esto ¿qué coño hacemos aquí, ahora atravesando el espacio aéreo del Norte de la India cuando debíamos de estar volando hacia Birmania? Pues, nada; sucedió que un viaje de un año parece que empezó a cansarnos, primero a uno, y luego descubrimos que al otro también. Y así, la tarde previa en el hotel, que habíamos dedicado a informarnos sobre Birmania, descubrimos noticias de este país que no nos gustaron, treinta y cinco muertos por el viento y las lluvias de un monzón especialmente bestia, problemas de orden público, detenciones en masa por el gobierno presidido, más o menos, por Aung San Suu Kyi, precios muy elevados provocados por un exceso de la demanda sobre la oferta... Se juntó todo. Al final de la tarde Victoria y yo nos miramos intentando adivinar los pensamientos uno del otro y descubrimos que no, que en ambos empezaba a carraspear la idea de que Birmania comenzaba a no ser santo de nuestra devoción. Y pasar de ahí a buscar otros puestos de destino fue una, primero Chennai, al sur de la India, después Corea del Sur, más tarde...  Nuestro buscador de vuelo Skiscanner.com tiene una curiosa opción. Seleccionas aeropuerto de partida y a continuación haces clic en la opción de destino: “cualquier lugar del mundo”. Y el jodío te lista por orden de precios todos los destinos del mundo que encuentra en una determinada fecha. Así fue que descubrimos que volar a algunas ciudades de Europa costaba menos que hacerlo a destinos cercanos como India. Bueno, esto abrió nuevas posibilidades. Ya nos veíamos vijando por Holanda, Reino Unido, Alemania o Francia por el módico precio de doscientos y pico euros.

Bien, y ¿una vez en Europa qué? Una pasta los hoteles y el transporte. Descubrimos pronto la posibilidad de comprar un coche donde pudiéramos dormir, algo que barajábamos desde hace tiempo, cuando regalamos nuestro viejo todoterreno a nuestro hijo Mario apenas emprendido este viaje. Y así nos pusimos a buscar como descosidos en páginas de Alemania un vehículo, pero los alemanes son muy alemanes y utilizan poco el inglés. Terminamos por rendirnos. El español se entiende mucho mejor que el francés y el holandés. Así que tan pronto localizamos algunos coches en las cercanías de Barcerlona o de Oviedo, a tiro de piedra de los Picos de Europa, un regustín pensar en darnos una vuelta por los Picos en lugar de por las tierras de Birmania, no nos lo pensamos muchosTropezamos con un vuelo Bangkog – Barcelona, vía Helsinki y ahí se terminó nuestra aventura asiática. Perdimos sin demasiada pena el importe invertido en los billetes comprados para Birmania y de inmediato conseguimos otros que desde el norte de Thailandia nos llevarían al día siguiente hasta Barcelona.

Y esta es la sencilla historia con que damos por terminado nuestro viaje por Asia. Ahora falta saber en qué continuará la cosa, porque continuar continúa; de momento ya hemos alquilado un coche en Barcelona con la idea de emplear algunos días en localizar algo, un coche, que nos permita vivir a nuestro aire por España o Europa sin pagar un pastón por dormir en hoteles cuando podemos hacerlo a la intemperie, miles de estrellas sobre nosotros, o bajo el techo de un hogar móvil de una manera gratuita; de momento creo que vamos a encontrarnos en Cataluña con mi amigo el caballero andante, Ramón, que algunos recordaréis de nuestras andanzas, él a caballo, yo a pie, alrededor de España; de momento igual tenemos la oportunidad de votar a Unidos Podemos; de momento, jo... se nos abren un montón de posibilidades; de momento seguimos descubriendo que el país del mundo que más nos gusta para patear y viajar es nuestra querida España, “esta España mía, esta España nuestra...”; esta pobre España tan puteada por cabrones y malcriados de toda condición. A este paso también nosotros vamos a tener que enarbolar nuestro patriotismo como los amigos de Podemos. Joder, y es que es verdad, uno se siente ciudadano del mundo, pero cuando poco a poco después de meses fuera uno se va acercando a España algo hace tilín tilín dentro de ti advirtiéndote con su llamada que esta tierra está más cerca de ti de lo que pensabas. Sientes que amas esta tierra, que tu corazón palpita (toc, toc, toc... ;-)) junto al de otros con los que te sientes vinculado por una historia, una cultura, una manera de ser.

El mundo es grande y hermoso, pero el mundo también cansa, de la misma manera que nos podemos cansar de nosotros mismos o de la reiteración de los días; parece que lo más apropiado es obedecer a lo que te va pidiendo el cuerpo con el tiempo, a esas instancias que se nutren de la diversidad y de los cambios de ritmo. En unas horas estaremos en Helsinki. ¿Quién de nosotros lo hubiera imaginado hace un par de días? Ninguno.