La caverna mediática

Río Mekong, Laos, 11-12 de junio de 2016


Primer día de navegación.
Frente a otros modos de viajar, tomar un barco y dejarse llevar durante días por el vaivén del agua y el rumor de un motor quizás sea lo que más se acerca a ese bienestar que uno imagina en el hecho de ir de aquí para allá. El gran río asiático, que debe de nacer tierras arriba del Tíbet, baja oscuro describiendo grandes meandros por el medio de una selva por donde, salvo o dos tres pequeñas agrupaciones de casas, no se ven señales de vida.

A ratos llueve, a veces el río baja impetuoso cubierto su lecho por grandes formaciones de rocas de aspecto violáceo unas veces, otras de color oscuro terroso cubierta su superficie por los rizos de la lava. A ambas orillas colinas no muy altas jalonan casi todo el recorrido. Día de apacible lectura. Esta mañana he comenzado con un tomo de George Orwell, "Los días de Birmania", una novela ambientada en Myanmar en los primeros años del pasado siglo que aprovecha la experiencia del autor en este país durante el tiempo de la colonización inglesa. Alivia leer la prosa incisiva de Orwell machacando como un martillo pilón toda la falsa propaganda del "bondadoso" colonialismo británico. Poner el poder de la palabra al servicio de la verdad es el ejercicio honorable que  siempre  desempeñó Orwell con brillantez; ahí están como muestrario esos dos libros que nadie debería dejar de leer. "Rebelión en la granja" y "1984“, dos nada cómodos argumentos para invitarnos a despertar frente al enemigo común. No hay manera de zafarse de esa única verdad de que la razón de todo colonialismo es la extorsión y el robo de los pueblos colonizados. Por ahí andan dos de los personajes de mi novela:

"-Pero querido amigo mío, ¿qué mentira están viviendo los ingleses en Birmania? -pregunta uno de los nativos.

-Pues, obviamente, la mentira de que estamos aquí para contribuir a elevar la condición de nuestros pobres hermanos negros en lugar de para robarles".

A la cabeza de este bloc de notas había escritas estas palabras: "La caverna mediática". La recogí ayer de algún periódico con la idea de encontrarle un hueco. Hay expresiones o palabras que retraran de una manera tan gráfica una determinada parcela de la realidad que pienso que deberían llevar grabadas en su pie, como se hace con una obra de arte, con una estatua, el nombre del autor. Decir prensa amarilla, prensa de derechas o simplemente añadiendo algún calificativo que haga pensar en el bochorno moral que determinados periodistas exhiben cada mañana en las páginas de los periódicos o en algunos programas de televisión, es un ejercicio poco práctico porque es como si nos obligara con ello a explicar día a día la razón de un apelativo relacionados con hechos que rozan la delincuencia pero que son aislados. Sin embargo echar mano de una expresión como caverna mediática tiene la gráfica ventaja de englobar en dos únicas palabras a todos esos esperpentos periodísticos patrocinados por los cebrianes, los carvajales, los maruendas o indas y pantuflos de toda condición; tiene la ventaja de nombrar a un tétrico abanico hispano que, todos a una, utilizan vergonzosamente los medios de comunicación para lamer el ojete a todos aquellos que les dan de comer, perros falderos que encuentran su finalidad en la vida en fabricar mierda tras la que esconder su apestosa conciencia.

Esa peste que arrasa el país lo tiene jodido últimamente y como cada vez lo tiene más difícil y su originalidad es nula no les queda otra cosa que repetir como loros durante meses la misma estúpida cantinela de Venezuela, Irán, comunista.

Naturalmente llueve, estamos en pleno monzón y cada tarde la lluvia no deja de presentarse. Se pone bonita la selva cuando llueve, los verdes se abrillantan, el aire del río se hace de plomo; encajonado entre las montañas el barco se abre camino monótonamente.

Día dos

Que vienen, que vienen los bárbaros, viene a decir la portada de El País cuando me levanto y echo una ojeada al periódico antes de embarcar. Se me ocurrió mirar la portada y de nuevo no pude dejar de soltar una carcajada. La ingenuidad y estupidez de esta gente es tan relevante, que es imprescindible leerlo para saber por dónde les duele. Como los tíos no hay modo de que se resignen a lo que dicen las encuestas tratan de hacer juegos malabares con los datos y las palabras. Ya de entrada, envuelto entre consideraciones de aquí y allí, los únicos partidos que existen son PP, PSOE y Ciudadanos, hay que sacar la lupa para encontrar a Unidos
Podemos y sus resultados; los líderes políticos todos suspenden, el que menos Rivera, pero se olvidan de Garzón que con toda seguridad estará en el principio de la lista. No tengo tiempo ahora, nuestro barco nos espera, después ya no tendré cobertura. Así que la situación me deja con la sonrisa en los labios. Que El País se tenga que gastar ahora todas las semanas la pasta para tener que decir que la máquina de Unidos Podemos es imparable es una de las paradojas más simpáticas que puede alumbrar este mes de junio.

De nuevo en el río. Ayer tarde paramos en Pakban, un pequeño y agradable pueblo a la orilla del río. La tarde dio todavía para pasearse, despacharse una buena cena y dedicar el final del día a leer un rato. La rutina a bordo, hoy en un barco diferente, se repite, los verdes de las laderas, el bosque cubriendo totalmente las colinas, el agua tranquila, parsimoniosa, el ruido del motor a popa, las rocas oscuras del río, algunos nenúfares flotando en la corriente. La mancha algodonosa y gris del cielo nos regala la sombra de su paraguas. Nada que hacer durante todo el día, leer, mirar el río y la selva, dormitar tras la comida, dejar que el tiempo pase calmo por dentro de uno.