Frente a la casa de Aung San Suu Kyi

Luang Prabang, Laos, 8 de junio de 2016


Uno se hace en ocasiones tan piadoso con los rezos matinales que casi se le va la mañana en ello. Esta mañana llovía a mares, así la cosa vino redonda. Fue después, cuando abrimos todos los ventanales de nuestra habitación que ocupan por entero dos de las cuatro paredes, que tomé posesión de mi lugar de lectura dispuesto a olvidarme totalmente de que había llegado a una bella ciudad y que el programa imponía salir a pasearla. No importaba, hoy necesitaba una larga mañana de lectura, ese consabido espacio en el que cuando soy capaz de meterme, siempre el mismo espacio encantado desde la infancia o la adolescencia, se convierte en cueva encantada, lugar de encuentro y recreo. Nada de escrituras, nada de paseos turísticos.

En eso estaba pero después de leer un par de capítulos del libro de Aung San Suu Kyi, “Letters from Burma”, me sucedió algo poco corriente, sentí que, al hilo de la lectura, estaba engendrando algo de consistencia anímica, empezaba a subirme por el pecho un acceso de emoción que como una pequeña eclosión primaveral inundaba suave mi ánimo. Hubiera sido pecado no echar mano del portátil para hacer una instantánea de lo que estaba sucediendo. A las emociones las mueven resortes muy íntimos de la persona y es a través de ellos, viendo cuándo y cómo reaccionan donde podemos aprender a comprendernos a nosotros mismos mejor. Descubrir qué provoca que se nos humedezcan los ojos, qué hace que el miedo irrumpa en nosotros, qué inunda de solidaridad nuestras venas y así montones de situaciones que rozan nuestra intimidad con la suavidad de ala de paloma, ayuda a descubrir veladamente a ese ser que somos cada uno, que viaja con nosotros, que duerme y sueña con la cabeza sobre la misma almohada, pero que necesita de pequeñas revelaciones para acceder a la parte más íntima del yo.

De pronto me entraron unas ganas enormes de visitar la casa y la calle de Aung San Suu Kyi. Ese espacio, antes de la detención de Aung San, durante los seis años de detención y después de ella, ha sido escenario de uno de los actos más conmovedores de la lucha del pueblo, oprimido por la tiranía de una dictadura militar, por su libertad. Las continuas embestidas de los militares contra este mujer, símbolo de libertad y lucha por la democracia en Birmania, hizo posible que a consecuencia de sus arrestos domiciliarios su casa se convirtiera en lugar de peregrinación, de mítines, de manifestaciones. Con variaciones, porque los militares bloqueaban y desbloqueaban con alambre de espino impidiendo el acceso a la calle, fue lugar permanente y multitudinario de encuentro que con el tiempo hubo que articular; así se establecieron encuentros con programas preestablecidos todos los fines de semana. Dado que era imposible atender a todo el mundo de palabra en la fachada de la casa había sido depositado un buzón donde los ciudadanos eran invitados a escribir sus quejas, relatos, propuestas a Aung San. En los mítines encuentros del fin de semana, además de tener lugar las intervenciones del NLD, el partido liderado por Aung San, con los temas que se propusieran para el orden del día, Aung San respondia la correspondencia que había caído en su buzón durante la semana. En su libro cuenta de dos personajes, un hombre mayor y su esposa, que asumieron la responsabilidad de actuar de enlace entre el público y Aung San, entre otras cosas para proteger cierta intimidad a su líder, para lo cual se constituyeron en una especie de encargados de dar la bienvenida a todos los que se acercaban a la casa. Como dos amigables centinelas guardaban la intimidad de la casa y servían de vínculo emocional con aquel espacio. Siempre a la puerta, lloviera o no, para cuando hacía sol habían improvisado una protección de ramas y para cuando llovía una pequeña techumbre de plástico, el que se acercaba a la casa siempre tenía delante un interlocutor para sus inquietudes, sus preguntas, su solidaridad con los problemas de los vecinos.

Fue en este punto de la lectura que descubrí que estaba teniendo un pequeño acceso de emoción. Esta pareja de ancianos embajadores y pajes de una mujer que había asumido la responsabilidad de liberar al país de vivir bajo las botas de los militares, tocaban parecidas fibras de sentimiento que provocaban en mí el contacto codo a codo con otras gentes, anónimos representantes de un deseo de justicia, en las manifestaciones del 15M. No los líderes o representantes que prestaban su rostro en la representación de grupos, eran las personas, los granos de arena haciendo su contribución desde su pequeñez al empuje de una idea, de una búsqueda de un mundo más justo. Esa gente imprescindible que trabajando en el anonimato da vida, cimenta los movimientos sociales… Aung San Suu Kyi lo expresa así en su tributo a estas personas anónimas: “There is nothing to compare with the courage of ordinary people whose names are unhkown and whose sacrifices pass unnoticed. The courage that dares without recognition, without the proteccion of media attention, es a courage that humbles and inspires and reaffirms our faith in humanity. Such courage I have seen week after week since my release from house arrest fifteen month ago”.

Hace un par de días usamos la mañana para acercarnos a la embajada de Myanmar en Vientian para conseguir el visado. Por fin, la Birmania de mis tebeos de hazañas bélicas, la de los libros de aventuras, una tierra siempre mítica de mi niñez, será nuestra tierra de acogida. Obviamente no me van a llevar allí hoy ninguna de las aventuras de los protagonistas, un soldado larguirucho y su compañero, un gordinflón que respondía, creo, al nombre de Gorila, una de mis motivaciones principales va a ser precisamente seguir las huellas de Aung San Suu Kye y del NLD en la historia reciente del país. La amabilidad de la gente de la embajada se ha llevado el premio a la mejor embajada de nuestro viaje. Lo que era hace meses el horror de una tierra hostil totalmente controlada por militares corruptos, tiene hoy una cara francamente amigable que invita al viajero a ver con nuevos ojos esta parte del viaje.