Krabi, Tailandia, 10 de mayo de 2016
Mirad la cara de ese macaco que fotografié esta mañana, así se me ha puesto de boba la sonrisa cuando por la tarde abrí la portada de El Diario y me encontré con Garzón y Pablo Iglesias con el puño en alto después de haber llegado al acuerdo de acudir juntos a las elecciones. Emocionante. Es una imagen que mi retina tenía apresada desde hace mucho tiempo en forma de deseo y que hoy, al fin, se hace realidad. La admirable capacidad de Garzón para modernizar y poner al día IU, unido a su natural humano sencillo y humilde y a la vez de férrea determinación puede llegar a hacer milagros en la izquierda española.
No sé exactamente las diferencias que puede haber entre el programa de IU y el de Podemos de cara a un nuevo proyecto de país, pero no creo que sean significativas. Hace tiempo Javier Gallego, en un programa de Carne Cruda, sometió a Tania Sánchez, entonces miembro de IU, a un cuestionario de propuestas que aparecían en el programa de Podemos o de IU. El juego consistía en que Tania debía adivinar a qué partido correspondía cada una de las propuestas que se le iban a leer. No dio en el clavo más allá del treinta o cuarenta por ciento. La realidad es que son los únicos partidos que apuestan por una transformación profunda del país. Empieza una nueva singladura en la política española que toda gente de bien debería aplaudir con ilusión para arrastrar a los indecisos y contrarrestar toda la basura que se aproxima en las semanas por venir. Cosas como las del Pantuflo empezaran a bullir en los medios, ya tenemos ahí a Rivera echando leña a la máquina del miedo con titulares como ése de “Podemos apuesta por el comunismo”; los comunistas, los rojos, todos aquellos que están hasta los mismísimos de servir de carne de cañón a la banca y sus allegados. Rivera, con su aspecto de niño bien no ha tardado mucho en demostrar que es una versión beta del PP, una simple cadena de transmisión del IBEX35. Seguramente con la palabra ésa, comunismo, tratará de hacer un buen trozo de campaña a sabiendas de que aquellos a los que se va a dirigir todavía no han tenido tiempo de despegarse del franquismo, gente de esa generación a los que enquistaron en el cerebro la palabro “rojo” como sinónimo de diabólico y pervertido. Buena señal en todo caso, porque así se les podrá ir conociendo, dónde están y qué quieren realmente.
A otra cosa. Estamos en Tailandia. Hace un par de días entrego el pasaporte en el control al policía de turno en la frontera tailandesa; el poli se enfrasca en sus páginas, serio, muy en su labor de funcionario. De repente levanta la vista y pregunta en parecido tono al que estuviera indagando si llevas drogas en la mochila o no: ¿Real Madrid o Atleti? Y yo levanto el dedo pulgar y contesto: Real Madrid, of course! Y suelta una carcajada y me desea una feliz estancia en su país. Entrar en un país de esta manera es un alivio en la vida cotidiana del viajero y, por supuesto, un hecho que te predispone muy bien para la estancia en él, y ello a pesar de la dictadura militar que gobierna el lugar y de las serias restricciones de las libertades.
Krabi es una de las zonas turísticas más visitadas de Tailandia. El último tsunami arrasó una parte considerable de esta costa, pero el lugar es tan bello y lleno de atractivos que ya está todo en pie de nuevo. Un paisaje cubierto de grandes pináculos y escarpadas paredes, que se elevan en la selva como gigantones de piedra, y que han hecho del lugar la meca de la escalada de esta parte del mundo, surca la costa y las islas de los alrededores dando al lugar un aspecto bello y exótico. Hoy estuvimos en la península de Railay, un centro de escalada y de hermosas playas. Hicimos un bello sendero por la selva y estuvimos de cháchara medio día con Yago, un catalán que montó una pequeña empresa de ropa en Chanmai. El barco nos devolvió al final de la tarde a Ao Nang justo en el momento en que el crepúsculo empezaba a vestirse de reflejos y de amagos de tormenta.
No nos sentimos a gusto en estos lugares. Bien para un día o dos, pero hay demasiada gente, demasiados turistas. No es lo nuestro. Horror, turistas, decíamos entre nosotros; horror el destrozo del paisaje natural. Hubiéramos querido que un golpe de viento se llevara los resorts, los turistas… Es tan lamentable que paisajes que podrían estar entre los más bellos del mundo sufran una degradación que convierte a estos lugares en meros mercados de bisutería que destrozan metro a metro un entorno, que en otro caso sería cristalina belleza. Este es el mundo que estamos levantando. La codicia hace estragos en el paisaje, el dinero es inmisericorde con la belleza; no creo que haya nadie que controle esto. Una pena.
¡Horror, turistas! Mientras estemos en Tailandia vamos a tener que estar muy vivos para elegir dónde queremos ir. Dios santo lo que nos espera cuando los chinos puedan viajar; ya han empezado a invadir el mundo, también con sus inversiones, así que en una década o dos a un crecimiento del nueve por ciento, podremos tener a mil millones de chinos ocupando todas las playas y lugares de interés del mundo; ya será imposible viajar y tener un poco de paz en alguno de esos rincones de la naturaleza que tanto nos gustan. Dentro de una década o dos tendremos que hacer reservas en parques nacionales y hoteles con un par de años de antelación. A los turistas nos tendrán que llevar en camiones amontonados como sardinas porque las carreteras y las calles de las ciudades estarán imposibles. Esa era la impresión esta tarde mientras no estuvimos caminando por la selva. Allí, por supuesto ni Dios (menos mal). Jo, qué porvenir.