La nueva convergencia: Un reto

Krabi, Tailandia, 11 de mayo de 2016

“Los seres humanos se movilizan cuando alguien moviliza sus emociones”.

¿Cómo se llega a ese instante en que la emoción se acerca cristalina como un riachuelo de montaña, llega y, sin tu permiso, se agarra a  tus vísceras y sin apenas darte cuenta te encuentras, sientes como un infinito bienestar, como quien resucitara en un campo de exterminio? En donde todo es lóbrego, sin esperanza posible se abre un resquicio de luz. Me sucedió cuando Podemos obtuvo seis diputados en las europeas, fue como el clarín de unos nuevos ángeles que anunciaran la resurrección de una sociedad muerta, abarrancada en sórdidos espacios sin esperanza en donde tanto el PSOE como el PP habían conseguido hundirnos en la miseria más triste, una sociedad sin voz, derrotada que se había rendido al puterío del neoliberalismo, entregado sus armas y dispuesta a dormir un largo sueño por lo siglos de los siglos... y sin embargo despertamos y la emoción acompañó al alba que empezaba a clarear en el horizonte con un indiscutible signo de esperanza.

Las fuentes de la emoción siguen siendo un enigma para este viajero aficionado a indagar lo que sucede en sus conductos neurales y que unas veces es motivado por la simple belleza, otras por un cuerpo bonito que se ha cruzado en su camino y en algunas más, como me sucede hoy, por la irrupción en el paisaje diario de una esperanza para nuestro país de miserias. De entre esas irrupciones, la de Podemos en el panorama político constituyó uno de los momentos más emocionantes que recuerdo de mi relación con la realidad social de mi país. Décadas antes había sido la aparición de Alfonso Guerra y Felipe González en los balcones del hotel Palace la noche en que el PSOE obtuvo la mayoría absoluta en el Congreso, un resquicio de luz que terminó por extinguirse a lo largo de los años. Hoy es la confluencia de IU y Podemos lo que me emociona. Hago cuentas y me encuentro que los tres casos están relacionados con una idea común: la esperanza.

Hemos pasado tantas décadas tan jodidamente desesperanzados y comidos por los piojos que sólo pensar en la posibilidad de que puedas salir a la calle y no te coman las ratas o te den por culo en cualquier esquina ya te levanta el ánimo. No es que vivamos bajo el imperio de una ley Mordaza permanente, es que es tremendamente deprimente encontrarte con que las instituciones, los juzgados, los ayuntamientos van a estar llenos de mierda sin remedio si no se produce ese milagro que apunta con la convergencia de IU-Podemos. ¿Cómo no me va a emocionar la posibilidad de que al fin una enorme marea de solidaridad y justicia llegue a barrer las tierras de mi país?
A veces oigo despotricar a algún amigo contra este o aquel político, de éste porque lleva el pelo largo, del otro porque es algo arrogante, del de más allá porque no dice todo lo que a él le apetecería oír... y la verdad es que no les entiendo, sería como alguien a quien van a devorar de un zarpazo se entretuviera en indagar en la Wikipedia por la subespecie a la que pertenece el gatazo ese que le va a comer hasta los entresijos ya mismo.
A los analistas y periodistas les corresponde dar cuenta de los hechos o especular sobre su veracidad o la incoherencia de determinadas proyecciones sociales o políticas, pero no siendo ni lo uno ni lo otro sólo me queda especular sobre mis emociones y por las raíces en donde éstas beben. La genuina emoción de una convergencia de izquierda comparte su espacio con asuntos de índole muy diferente, en este caso es como un parto alrededor del cual se reunieran todos los familiares para celebrar la llegada de la nueva criatura, pero en todo caso la emoción se nutre de asuntos que nuestro mundo interior por narices tiene que considerar importantes. Que algo trascienda las páginas de los periódicos y traspase tu epidermis hasta el punto de que la emoción te humedezca los ojos viene a decirnos que estamos muy cerca de algo cuya importancia personal es capital. Acaso no estés afiliado a ningún partido político o participes de ningún cenobio particular relacionado con estos asuntos, pero si estás a miles de kilómetros de tu casa y la emoción se te dispara con estas cosas quiere decir que, joder... que tampoco hay que explicar todo con pelos y señales, ¿no? Lo que quiera decir ya lo averiguará cada uno por su cuenta.

Estoy contento, tanto como en aquellas semanas en que la irrupción de Podemos nos puso el corazón caliente a tanta gente. Podrá haber una actitud de cálculo y de provecho en esto que está sucediendo, un adaptarse para superar los inconvenientes de la ley de Hondt, pero yo lo siento de otra manera. Por primera vez se ha hecho un gran esfuerzo para que la gente de izquierdas unidos pueda mirar el futuro con esperanza; con cálculo o sin él ello es una realidad que alenta y deja el camino preparado para llegar a acuerdos mayores.

Lo dicho: “Los seres humanos se movilizan cuando alguien moviliza sus emociones”.


Imagen: un reto por delante.