La mirada de Ulises


Paphos, 11 de julio de 2015


La noche chipriota, un viernes casi de madrugada ya, está llena de musica que entra por la ventana con la cadencia de quien esta contando la historia de un amor perdido irremisiblemente. Las voces de la calle se mezclan con la grave voz femenina que campa a sus anchas en mitad de la noche como los reiterativos rezos que un almohacín lanzara desde los altoparlantes de una mezquita. La temperatura a esta hora es deliciosamente tibia y da pena echarse a dormir. Esta noche hemos estrenado muestra particular sala de cine viajera, cada uno con una tablet viendo la misma película, con una obra de Angelopulus, La mirada de Ulises. Sólo la primera parte porque mis ojos no aguantan mucho tiempo la pantalla de estos dispositivos. La música de la película, los diálogos, se mezclaban con aquellos de la calle como si una banda sonora paralela complementara la del film. El argumento de la película se teje en torno a la reconstrucción de la memoria histórica de Grecia a partir de principios del siglo pasado. El críptico Angelopulus es deliciosamente gráfico muchas veces pero se hace difícil de seguir. Como en otras películas del mismo director parece como si el desarrollo de su propio discurso interior y su percepción de la realidad en que se basa estuvieran por encima de otras consideraciones. Si sumamos a ello la falta de un conocimiento adecuado de los hechos históricos de la zona por mi parte la impresión sobre esta primera mitad de la película sólo puede basarse en algo que aprecio en todas las películas de este director. Ante todo me gusta esa particular suspensión en que quedan tantas de sus secuencias, el silencio, la superposición de imágenes y escenas que sin aparente conexión entre ellas van dejando en el espectador hondas sensaciones de soledad o desamparo, el paisaje humano sobre campos nevados, hombres y mujeres en la frontera albanesa, quietos en mitad de la nieve como estatuas diseminada en un desierto; una anciana en mitad de una plaza desierta con su maleta a los pies, una larga secuencia a cámara fija en donde suceden acontecimientos de una década. Saltos en la tiempo que llevan al espectador aquí y allá mostrando vidas, expectativas, apenas un pequeño alivio en los tiempos en que se desarrolla la secuencia, entre 1945 y 1955.

La película la había visto anteriormente sin sintitulos y como experimento visual fue fértil. Naturalmente no me enteré apenas de nada, la vi como si fuer una sinfonía.  Hoy quise recuperar la partitura completa de aquella obra, ahora con subtítulos en castellano.

Me dormí enseguida. Duermo bien en estas ciudades y pueblos en que el viaje me va dejando. Mi cuerpo se adapta fácilmente a las cadencias de los distintos idiomas, a sus músicas, al salvaje, en ocasiones, repicar de campanas matinales, al calor, a la fresca brisa que recorre mi cuerpo desnudo al amanecer.

A través del tiempo encontrar retazos, rastros de un pálpito que atravesó como una llama una hora, el breve instante de una conmoción. Buscar entre las cenizas de los años la sustancia de que se nutre el yo, lo delicada textura de ese soplo de brisa que forzó el sentido de la propia existencia, el rumor de arroyo que alentó los años de la infancia, los descubrimientos de la adolescencia y su sed primera de encontrar entre el ruido y la eclosión del cuerpo los primeros rastros de verdad que vertebrarán silenciosamente tu idea del mundo y los significados que habrán de informar la esencia del pensamiento y el derrotero de las pasiones que habrán de filtrarse por la fibras de la carne para conformarte, darte la forma definitiva de una identidad.

Sonó el despertador, le dejé hacer, me fui despertando poco a poco. A mi lado un suave ronquido recordaba el intemporal rumor de las olas, ese latido que la vida va dejando como testimonio de su presencia en los ribetes del sueño. Todavía no abro lo ojos, existo, de entre el ruido del tráfico se filtran tambien otras mañanas de despertar en hoteles de varios continentes; se filtra una mañana de juegos en que dos cuerpos se buscaban el uno al otro entre las caricias y el deseo inaplazable. Siempre un cuerpo de mujer esperando que tras la pátina del tiempo florezca una vez más el perfume de una caricia, la humedad reveladora. Una leve corriente de aire mueve los visillos encalados por los que entra la mañana como pidiendo permiso para despertarte. Todavía con lo ojos cerrado repaso algunas secuencias de la película de anoche, pequeños flashes que van dejando en el fondo de la retina trozos de vida, imágenes y paisajes que resucitarán un dia tras otro para hablarnos de cosas intangibles, esencias que acaso nuestro espíritu necesita consumir en bruto tal como si tuvieran que atravesar las turbulencias de una digestión para poder transformarse en cuerpo de nuestro cuerpo. Porque sí, ¿qué somos sino un conjunto de células alimentadas constantemente con la sustancia de lo que vemos y experimentamos? La imagen azul de un velero que atraviesa la pantalla de parte a parte, el tiempo que nos trae los horrores y lo gozos y que también mata, como es el caso del cineasta que mueren filmando esa misma escena, el paisaje desesperanzado de refugiados que quedaron sin patria y miran sobre la nieve junto al mar, allá en el horizonte, la inútil posibilidad de una esperanza; la anciana que pide pasaje para dirigirse a una ciudad a través de los campos nevados y que llegada allí se sorprende de que el viaje haya finalizado cuando lo que su fuero interno le pedía era alejarse, no hacia un lugar concreto, alejarse como una disculpa para salvar el vacío del presente. Y en aquella ciudad todo es lo mismo, desolación, el cielo gris, la nieve, la soledad sin paliativos.

¿Y si desatendemos los signos y señales del director, del guionista y buscamos entre los secuencias de la película  la proyección de nuestras propias intuiciones, la Grecia del pasado siglo como fondo, las raíces en la que se hunden una importante parte de la historia de Europa para convertir el film en una interpreta de algún trasunto personal?

Todo parece indicar que las aventuras y sufrimiento de Ulises, la historia de Troya y la vuelta al pasado del protagonista de la pelicula de Angelopulos son hechos que pueden servir tanto de telón de fondo a la historia de un país como al argumento de la vida de las personas; sólo hay que cambiar la proporciones en que se mezclan los distintos componentes de la existencia.