Avakas Gorge , Chipre, 11 de julio de 2015
Noche en una cala de acantilados color vainilla. El mar truena sobre los cantos rodados dejando las olas al retirarse un cantarín sonido de sonajas. Inevitablemente los recuerdos me llevan a dos años atrás cuando recorrí la costa del Mediterráneo entre el cabo de Creus y Málaga, una caminata de dos meses que me inoculó en el cuerpo el ruido acariciante de las olas para todo el invierno. Hoy era un día más de aquel hermoso paseo marino. Dos autobuses terminaron por dejarnos en Agios George, el último enclave habitado antes de entrar en la península de Akamas. Nuestro objetivo era la garganta de Avakas unos cuantos kilómetros más al norte, pero queríamos aprovechar las últimas horas de la tarde, cuando el sol se hace menos inclemente, para caminar por una costa que a vista del pájaro del GoogleEarth aparecía surcada de breves acantilados color azufre. Terminamos refugiándonos a la sombra de unos peñascos, al fondo de una cala después de atravesar un sol de fuego durante hora y media. El lugar se mostró muy propicio para nadar un rato y relajarnos leyendo a la sombra de los acantilados. Cuando la tarde fue echándose encima caímos en la cuenta de que habíamos cometido un grave error: habíamos olvidado el repelente de los mosquitos y el Fenergán. Como íbamos de veranillo y con lo puesto la cosa no tenía vuelta de hoja, cuando el sol declinaba hubo que meterse en los sacos. Victoria, que no llevaba más que una camiseta, tuvo que enfundarse la capa de agua para protegerse de los mosquitos. Por lo demás todos perfecto, al fondo de la cala encontramos dos camas con cómodos colchones preparadas expresamente para nosotros. Ahora la noche ha caído y los mosquitos parece que nos han dejado un respiro. En el cielo hay unas pocas nubes pero no parecen amenazantes. En cualquier modo si le diera por llover tenemos unas amplias cuevas que el agua ha horadado pacientemente durante siglos para esta ocasión. Los dioses son previsores y velan por los humanos, aunque también son caprichosos un montón. Eso que le pasa a Zeus últimamente a la altura de mi lectura de la Iliada, que unas veces defiende a unos y otras a los contrarios. En este momento defendía a Héctor y sus huestes en el lado troyano, pero como se despistaba un poco porque no sólo se divertía con las guerras, aprovechó Poseidón para apoyar a los aqueos. Y como a Hera, la esposa de Zeus, también le caían bien éstos debido al guapo Aquiles pues fue oportuno confabularse contra Zeus, cosa que a Hera no le resulta nada difícil sabiendo como sabía cómo le gustaba folgar a su marido; así que al tajo, Hera se acicala, se pone guapa a rabiar y antes de presentarse ante Zeus conspira con el dios Sueño para que éste sumerja en un dulce y prolongado sopor al todopoderoso cónyuge. Así que dicho y hecho, nada más ver a Hera de tal guisa al dios se le levantan todos los apetitos, todo su furibundo amor despierta y quiere de Hera un aquí te pillo y aquí te mato, a lo que ésta responde con la sugerencia de buscar un discreto lugar cercano apropiado lejos de la mirada de los otros dioses. Pero como Zeus no puede demorar más la presión de su libido y además es el dios supremo del Olimpo, allí mismo "estrechó en sus brazos a la esposa. La divina tierra produjo verde hierba, loto fresco, azafrán y jacinto espeso y tierno para levantarlos del suelo. Acostáronse alli y cubriéronse con una hermosa nube dorada, de la cual caían lucientes gotas de rocío". Y no bien hubo transcurrido media horita, así eran los polvos del omnipresente Zeus, aprovechó el dulce Sueño para salir corriendo y avisar a las naves aqueas que ya podían defenestrar a los troyanos puesto que Zeus había caído en el letárgico sueño poscoito.
Decía que los dioses son caprichosos, nada más hay que ver cómo las gastan Zeus y Yahvé, éste último más lelo como podrán comparar los lectores del Génesis y la Iliada. Al mojigato de Yahvé no le iba eso de folgar entre nubes y flores con una fémina de su condición. Al mojigato de Yavhé sólo parecía interesarle que la feligresía le dijera lo bueno y grande que era, vamos que todo quisque le amara sobre todas las cosas. Obligatoriamente, leche. Amarás a Dios sobre todas las cosas. El pobre, sí, estaba un poco loco, había tenido una niñez carente de caricias y calor materno y de adulto, cuando se erigió en Dios único y universal no se le ocurrió otra cosa para mitigar sus frustraciones infantiles que imponer a todos sus adeptos un amor platónico y exclusivista, con el peligro, más tarde, de morir en la hoguera si ponías en cuestión esta suave esquizofrenia divina.
Sí, el capricho de los dioses nos ha concedido hoy prescindir del consabido hotel viajero para deleitarnos con el más viejo y placentero hospedaje que la naturaleza puede ofrecernos, el mar, las olas, el fulgor de las estrellas, el sonajero de las olas cuidando nuestro sueño. Las diez de la noche, hora de dormir. A las cinco de la mañana deberemos estar en camino; vuelta a esa hora cara en que la fresca y las primeras horas del alba hacen deliciosos los senderos.
Imágenes
La última foto no es que algún ser de otro planeta se cerniera sobre nuestro cómodo vivac, es la hortelana con su equipo de agua sin asomo de lluvia por los alrededores. Es que no encontró otra cosa para protegerse de la agresividad de los mosquitos.