Tesalónica, Grecia, 23 de junio de 2015
"Era innegable que no habría sido lo mismo ser persona si sus obras no hubiesen existido." Atravieso la obra de Knausgar como quien espera encontrar tras largas y muy cotidianas descripciones, a veces muy poco interesantes, alguna pepita, algo con que nutrir mi propio pensamiento, una idea atractiva; si no fuera por esta espera y esos encuentros que tengo entre sus páginas de tanto en tanto el libro lo habría abandonado hace tiempo. Necesito algo que refresque mi mente de vez en cuando y Knausgar lo consigue bastante bien. La idea de que uno habría sido diferente persona si no hubiera leído a Cervantes, Homero, Shakespeare, Tolstoi, Melville, Platón o un puñado de clásicos más es una idea sugeridora que apunta a los débitos que tenemos con la literatura y con ese millar largo de libros que uno ha ido leyendo a poquitos desde la infancia, desde las primeras obras de Emilio Salgari nada más aprender los rudimentos de la lectura, ese primer encuentro que acaso tenga que ver con el espíritu aventurero que germinó en uno tan tempranamente, hasta estos libros recientes que me acompañan durante este principio de viaje; la idea de que los libros nos transforman, nos hacen mejores, nos ayudan a comprender la realidad del mundo que vivimos, transforman de algún modo nuestra fisiología interna y nuestro modo de ver la vida, es tan sugestiva que a la fuerza, ahora volando sobre un fantástico mar de nubes camino de Tesalónica, al viajero le sorprende una enorme necesidad de agradecer a todos los autores de los libros que leyó en su vida sus trabajos, su creatividad, sus maravillosas intuiciones, sus descubrimientos, su capacidad para hacer llegar a los lectores de todos los tiempos el conflicto de las pasiones, el horror de la muerte, el amor, el espíritu que guiara a Odiseo a recorrer los mares para al fin, tras grandes peripecias y aventuras retornar a Itaca, su hogar.
Trato de imaginar un mundo sin libros y casi me resulta imposible, supondría estar viviendo en los árboles o en las cuevas. Una vez, visitando un museo dedicado a los yanomanis en las riberas del Orinoco, cuando allí se describía la ruina que había sido para aquellas trubus el contacto con los europeos, especialmente por el contagio de las enfermedades para las que éstos carecían de autodefensa, recuerdo una larga discusión con Victoria en la que tratábamos de definir cuál habría sido la postura correcta en relación a estas tribus de indígenas, si atender a "sus necesidades", salud, educación, etc., en el sentido que lo podríamos aplicar a las personas que carecen de lo elemental o por el contrario respetar su idiosincrasia tratando de mantener su forma de vida, su aislamiento. Mi postura entonces era clara, un ser humano no debería poder prescindir de todo aquello que otros hombres durante miles de años han aportado al acerbo común. Sería injusto privar a alguien de la posibilidad de disfrutar de la música de Mozart, de la bondades de la ciencia o de las artes. Otra cosa es que alguien, una vez conocido el mundo y su realidad opte por hacerse eremita o encerrarse en la selva.
Los vuelos de Ryanair son baratos pero muchos de ellos utilizan horas intempestivas. Hoy nos levantamos a las tres y media de la madrugada para poder tomar a tiempo nuestro vuelo a Tesalónica. El autobús del aeropuerto nos dejó prácticamente en la puerta del hotel, junto a la concurrida y ruidosa calle Egnatias. A la tarde treparíamos por las empinadas calles del norte que llevaban a lo alto de la ciudad y desde donde queríamos ver atardecer. El mar, el puerto y, hacia poniente, la silueta de monte Olimpo vestida de ámbar, ofrecían un buen espectáculo para finalizar el primer día en tierras griegas. Nos dimos un respiro en las columnatas de Agiou Dimitriou, uno de los primeros armoniosos edificios en ladrillo de la época bizantina. Retornando hacia el mar las calles llenas, ocupando terrazas o parques nos recuerdan que estamos en las cercanías del Mediterráneo, los países por antonomasia del saber vivir, ambiente festivo, grupos de amigos charlando y tomando cervezas, un grupo de jóvenes que se alzan la camiseta y juegan lucir su tórax apolíneo, chicas guapas luciendo su mejor sonrisa junto a sus cuerpos de sílfides, culitos a mogollón para vestir de atractivo este verano que recién comenzó.
Sí, viendo todo esto también hablamos inevitablemente de Alemania y su espíritu "emprendedor", cómo no hablar de Alemania estando en Grecia en estos tiempos que corren, cabronazos ellos que masacraron al pueblo griego y le obligaron a darles cuantiosos créditos que los alemanes jamás devolvieron y que ahora hacen la vida imposible a Grecia con la arrogancia de los vencidos y resucitados que algo más de medio siglo atrás provocaron la muerte de cien millones de ciudadanos de todos el mundo. Los alemanes deberían vivir durante unos cuantos siglos con la cabeza gacha pidiendo perdón por sus atrocidades cometidas a expensas de sus pueblos vecinos reparando vida a vida, ladrillo a ladrillo la Europa que destrozaron. Esa increíble insolidaridad que vivimos en la Unión Europea capitaneada por Alemania es una de las injusticias más notorias de la historia. Por el contrario, qué le debe Europa, el mundo entero, a Grecia? En Grecia están las raíces de nuestro ser persona, de nuestra cultura, todo lo que hoy denominamos Occidente es consecuencia de la genialidad de los griegos. ¿Cómo es posible que estas cosas sucedan, algo así como condenar al abuelo de una gran familia, a la que sustentó e hizo crecer, a una residencia de mala muerte e inmisericordemente hacerle permanecer en la inanición?
Nos encontramos a algunas niñas de unos diez años vendiendo algunas mercancías por la calle, algunos hombres armados con unos curiosos ganchos con los que intentan cazar algo entre la basura de los contenedores, más o menos como en Madrid, pero no es significativo, las terrazas están llenas de gente relajada que charla o ríe. Estamos en las riberas del Mediterráneo.