Similitudes entre los juegos del fútbol, el ajedrez y el sexo

Lovina, Isla de Bali, Indonesia, 13 de enero de 2016 

Los planos de la realidad, el físico, el acto de comerse un helado y el acto de cerrar los ojos en un esfuerzo de imaginación por hacer de aquel helado los pliegues húmedos de un prepucio. Cuando el helado es solamente un helado la realidad queda restringida a una pequeña parte de su contenido, que no es sólo el contorno físico sino también la idea de esa realidad encerrada en el objeto, la idea, su historia, alguna experiencia específica que hayamos tenido con ella. De manera que un helado, un plátano, una mesa, no siendo solamente ese plátano o esa mesa amplían su mundo al ser tratados en mayor amplitud para convertirse en realidades  complejas capaces de suscitar a la vez en nosotros emociones y sensaciones también complejas. El ejemplo más cercano que se me ocurre es el del acto sexual. Si en el dilatado juego de las relaciones sexuales  hubiéramos de quedarnos solamente con lo que suscita el contacto con el objeto amoroso, es bastante probable que el énfasis de lo físico nos obligara a un ejercicio sobrevenido, forzado, encaminado a conseguir ese fin de la cosa donde parece tener puesta nuestra hipófisis su objetivo y su final, para lo cual se necesita un improrrogable forcejeo a dos para finalmente alcanzar el cielo, sin embargo cuando el juego con la realidad se hace más complejo e introducimos en esta complicada y curiosa partida de ajedrez, en donde la estrategia no consiste en dar jaque mate al rey sino en demorarse el mayor tiempo posible en los límites del hilo del placer, la imaginación y la especial colección de las fantasías sexuales que cada uno pueda coleccionar, mezcladas con la realidad plausible del compañero/a del momento son determinantes. 

Podría construirse un símil parecido con el fútbol si observáramos que, siendo, naturalmente, la finalidad del partido meter goles, a nadie se le escapa que es muy diferente llegar a marcar un tanto con la sola participación del esfuerzo físico que hacerlo mediante complicadas e inteligentes jugadas que culminen con el balón entre las redes. Para mí el fútbol, y no soy un aficionado, se convierte en arte cuando es capaz de suscitar en el público complejas sensaciones, situaciones a las que no se llega si no se pone en juego imaginación, fuerza, habilidad, compenetración entre los jugadores y, ¿por qué no?, algunas dosis de elegancia.

Y me temo que nuestra relación con la realidad en general sería una relación más ajustada y más placentera si fuéramos capaces de sumergirnos en ella atendiendo a alguno de esos criterios de que hablaba más arriba. La realidad, siendo compleja y portando en sí muchos elementos de carácter diferente, se nos escapa en un porcentaje muy alto cuando nos atenemos sólo a alguna de sus partes. Me explico, ayer, cuando subíamos por las laderas de un volcán a las tres de la madrugada en medio de un paisaje magnífico, la realidad objetiva de ese momento  podría haber sido causa de un placer también diversificado, la noche, las luces del llano, las estrellas, el silencio, la conciencia geológica de estas formaciones, el esfuerzo, la calidad del camino, eran elementos que estaban ahí para ser disfrutados; sin embargo esa realidad quedaba disuelta entre las voces y el parloteo de los caminantes. Caminar en grupo puede tener sus alicientes, los tiene, claro, pero corrientemente es incompatible con el disfrute profundo que la naturaleza suele ofrecer al caminante solitario, a la pareja silenciosa. Al gentío no llegan ni los cantos de los pájaros, ni el rumor de los arroyos  ni...

Empecé hablando de la realidad como de algo compuesto por dos elementos diferenciados, aquello que constituye la parte palpable, la que ven nuestros ojos o tocan nuestros dedos y aquella otra parte, no menos real, que se esconde tras la celosía de lo que el objeto físico suscita en nuestra imaginación y que incluye historia, recuerdo, interpretación, variantes múltiples e incluso concomitancias con nuestro objeto primero; y junto a ello la relación que nosotros tenemos con esos dos aspectos de la realidad. Usé el ejemplo de las relaciones sexuales, el fútbol o el ajedrez para referirme a la complejidad, pero sobre todo quise resaltar el importante papel que la imaginación y la fantasía pueden desempeñar en nuestras relaciones con la realidad, sobre todo en lo que al placer que puede suscitar en nosotros se refiere. Cuando uno ve los polvos de lástima que a veces el cine nos ofrece, cuando observa esas partidas de ajedrez que duran dos minutos porque el jaque pastor ha terminado con ella, o asiste a un futboleo donde hay muchos goles pero en los que uno no se divierte, es que algo esta fallando en relación con estas actividades, incluso podría arriesgar decir es que algo esta fallando en el mundo.
Añadía después algún aspecto más relacionado con las interferencias inevitables que se producen entre el individuo y la realidad. La realidad de una pandilla subiendo una noche por las laderas de un volcán es tan realidad como la del que sube solo disfrutando del entorno, la diferencia que yo encuentro es cómo en nuestras relaciones con la realidad unos afinan más en la persecución de su placer mientras que otros quizás lo hacen menos.

Hay cosas que fallan en el mundo y uno tiene que andarse con mucho olfato para evitarlas e ir conociendo qué caminos son los que más se adaptan a la voluntad y a la forma de ser de cada uno. En el grupo de ayer conocí a un coreano, charlamos un rato. Trabajaba en la Samsung. Doce horas diarias. Disfrutaba de un buen sueldo. Cuando le pregunté por los días de vacaciones que disfrutaba al año, su respuesta fue ¡una semana! Lo dijo con la normalidad de quien está de acuerdo con ello. Ese es el tipo de vida que se vende en el mercado del mundo.

Como de sutilezas está hecho todo no está mal de vez en cuando filosofar para tratar de abrirse camino entre tanta cosa contradictoria. Hoy mi despertador sonó inútilmente durante un buen rato. Estaba cansado por el madrugón de ayer y la consiguiente excursión, así que volví a acurrucarme bajo la sábana
que me protegía del aire directo del aire acondicionado y seguí durmiendo. Cerca del mediodía recé durante un buen rato y, pensando en lo que la imaginación puede añadir a las pequeñas realidades, se me ocurrió escribir esto. La una y media. Perdí el desayuno definitivamente. Ahora, poner punto final, darme una ducha y salir a comer y a darnos una vuelta por la playa. Quizás veamos delfines desde la orilla. Eso dicen.