Tokio, 15 de noviembre de 2015
Estaba leyendo al sol junto las aguas de un estanque, por Tokio andamos, cuando de pronto sentí delante la presencia de una curiosa ave acuática que se paseaba a un metro de mí como una moza dispuesta a exhibir su plumaje. Llegué a tiempo para sacar la cámara y retratar su porte de elegante pipiola. Esta interrupción sirvió para sacarme de las páginas del libro de turno que leía en ese instante, "La vida enmascarada del señor Musashi", de Junichiro Tanizari, una macabra escenografía en el último capítulo, en la que el protagonista, un adolescente, para ganarse los favores de una linda muchachita cuya labor consistía en lavar y acicalar las cabezas decapitadas de los soldados enemigos, busca ansiosamente dar muerte a un prestigioso soldado para cortarle la cabeza a su vez y llevársela a su amada como muestra de amor.
No volví a mi lectura. Me quedé mirando a las ánades que andaban apaciblemente a mis pies entre los cañaverales. Fue en este punto cuando recordé las portadas de los periódicos que había ojeado por la mañana.
Hoy el eje París Siria ocupaban todas las portadas. En uno de los titulares: "Os vamos a hacer a vosotros lo mismo que nos hacéis vosotros en Siria". Era la voz de uno de los terroristas que masacraba minutos después a un grupo de franceses.
Los que matan en las guerras ¿son terroristas, asesinos o simplemente soldados en cumplimiento de un dudoso deber? Cuando nos referimos a una conflicto bélico ¿hablamos de un área geográfica solamente o hemos de considerar el planeta entero como posible campo de batalla? Así, los terroristas de París, que no son otra cosa que el brazo armado de la extensión de una guerra a otras partes del mundo, ¿son terroristas, soldados también "en cumplimiento de un dudoso deber", simples asesinos? ¿Y los estadounidenses que masacraron en Irak por intereses totalmente espurios a más de un millón y medio de iraquies, ¿qué son, asesinos, terroristas, simples soldados en el cumplimiento de sus obligaciones?
Las distintas varas de medir que usamos permiten hablar desde el lado de los vencedores un lenguaje que justifican plenamente los asesinatos y los genocidios en el bando de los vencidos hasta el punto de hacerlos moralmente justificables, mientras que si son los perdedores o los del "otro bando" los que matan tenemos la gentileza de llamarles terroristas. A las terribles matanzas de los franceses en Argelia o a las barbaridades que comenten de continuo los estadounidenses a lo largo y ancho del mundo tenemos la deferencia de considerarlos simples hechos de guerra, poca cosa, vamos. Admira ver el trato que reciben los horrores de los norteamericanos frente a los horrores de ese pequeño grupo del mundo islámico que hoy está en las portadas de todos los periódicos del mundo.
¿Quienes han sido los que han contribuido a suscitar el odio en el mundo islámico, a levantar año tras año con gran empeño todas estas fuerzas que siembran el terror en Oriente Medio, en Nueva York o en París? ¿No será todo esto acaso obra de Estados Unidos, de Inglaterra, de Francia en Libia? Sucede que un día Tony Blair se despierta clarividente y se da cuenta, y da testimonio de ello en los periódicos, de que se dejó engañar por pruebas falsas cuando con Estados Unidos declararon la guerra a Irak. Pobre, tuvo un lapsus, le engañaron, resultado: un millón y medio de muertos, un millón y medio de muertos de segunda categoría, se entiende... que tampoco tiene tanta importancia. ¿Qué son un millón y medio de muertos perpetrados en pobres ciudadanos árabes, siempre ciudadanos de clase B, por Estados Unidos con la anuencia de la Unión Europea y la contribución directa del Reino Unido y España comparados con los muertos de París? Parece qué bien poca cosa. Así nos va. Ahora toca rasgarse las vestiduras. El cinismo y la hipocresía en los que estamos envueltos son tales que ya ni siquiera somos conscientes de los miles y miles de asesinatos de los que somos culpables. Las muertes provocadas por israelitas, estadounidenses, británicos y españoles en Oriente Medio, crímenes y vergonzosas violaciones para los que nadie viste escarpelas ni lazos de solidaridad con los muertos, son asuntos de poca monta, parece, con lo que sucedió días atrás en París.
¿Cuándo en Europa nos vamos a rasgar las vestiduras, vamos a llorar, vamos a intentar reparar, vamos a manifestarnos por ese millón y medio de muertos?
Los crímenes contra la Humanidad es un concepto a utilizar única y exclusivamente por los poderosos, por los vencedores. Toni Blair y Aznar se equivocaron pero ahí están los dos vivitos y coleando sin ningún proceso judicial en su contra, inmensamente ricos y prepotentes.
Veo muchos lazos de luto estos días, todos debemos de estar absolutamente en contra de este tipo de horror, pero no perdamos nuestro sentido de la globalidad ni nuestro sentido histórico. Muerto por muerto, horror por horror, ¿cuantos lazos merecieron el genocidio de Irak y que nunca vimos en redes sociales ni en los medios? ¿Cuantos gritos teníamos que haber elevado entonces al cielo y no elevamos?
Toda guerra es injustificable, las muertes de estos días son injustificables. Pero también todos los muertos merecen el mismo trato, sea cual sea su condición, religión o país de origen, nuestro dolor debería ser equitativo y proporcional al daño causado.
El origen de todas estas muertes y la creación de distintos grupos armados en Oriente Medio, de todos es conocido, está en el odio y en la necesidad de defensa contra las intervenciones bélicas y diplomáticas de los norteamericanos en la zona, más el plus de la actuación de Israel. ¿Qué pensamos, que iban a irse de rositas toda esa gentuza que ha hecho correr ríos de sangre inocente durante décadas?
No me cabe duda de que sucesos como los de París de estos días y otros que puedan acaecer en el futuro y, por supuesto el ataque a las Torres Gemelas, no es más que la consecuencia de la política imperialista y asesina de Estados Unidos y sus socios.
Crea tormentas y recogerás tempestades. En eso estamos. Y que no nos creamos que hay muertos de primera y muertos de segunda, como parece que pensamos en Europa. Si lloramos por dos centenares de muertos en París debemos de estar preparados para gemir, llorar y guardar luto durante lustros por el millón y medio de asesinatos perpetrados en Irak por los Estados Unidos.